Cierra tus ojos y visualiza algún lugar de tu casa… cualquiera, sí, es una cama de gato.
Podrías haber pensado en un cojín, un sofá, una silla del comedor o una mesa, un zapato tirado cerca de la entrada principal o una montaña de ropa sucia que aún no has recogido. Todo lo que te imagines es una cama de gato… incluso tu mismo
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